Según la Organización Mundial de la Salud (2018), la depresión afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo. Muchos de ellos también sufren de ansiedad. Esto no solo repercute negativamente en la salud de quienes las padecen, sino también en su calidad de vida. además, también afectan el bienestar económico de regiones enteras debido a una disminución considerable de la productividad en el trabajo, y de los gastos tanto en bienestar como en salud.
La ansiedad se caracteriza por un sentimiento de inquietud sobre el futuro, que incluye miedo e incertidumbre; por otro lado, la depresión es un trastorno del estado de ánimo grave con síntomas severos como estado de ánimo triste y ansioso, pesimismo, irritabilidad, fatiga, alteraciones en los patrones de sueño y pensamientos suicidas. Las investigaciones actuales afirman que ambos trastornos se desencadenan por la interacción de factores psicológicos, ambientales, genéticos y biológicos.
Existen muchas opciones terapéuticas para tratar estos trastornos. Sin embargo, estas opciones suelen tardar mucho en hacer efecto, provocan cambios de humor, alteraciones en los patrones de sueño, dependencia y adicción, y afecciones de salud en otras partes del cuerpo.
Es común encontrar trastornos tanto intestinales como mentales coexistiendo en un mismo individuo. Esto sugiere una fuerte conexión entre el sistema nervioso central y el tracto gastrointestinal.
Al analizar el complejo sistema de comunicación que existe entre el intestino y el cerebro, se encontró que la relación entre estos dos órganos va más allá del mantenimiento de la homeostasis. Esta asociación se refiere al eje intestino-cerebro. Su función es integrar las funciones intestinales y vincular los núcleos cognitivo y emocional del cerebro con funciones intestinales periféricas como el reflejo entérico, la permeabilidad intestinal, la estimulación del sistema inmunitario y la señalización endocrina enteral. Es importante señalar que esta relación es bidireccional y que existe una comunicación recíproca cerebro-intestino. Sin embargo, la comprensión de esta compleja interacción intestino-cerebro sería incompleta sin considerar el papel que ejerce la microbiota intestinal.
Existen evidencias que sugieren que el microbioma entérico juega un papel clave en la comunicación del eje intestino-cerebro. De hecho, estos microorganismos en el intestino interactúan tan estrechamente con el huésped que forman una relación vital que incluso controla la homeostasis. Aunque cada persona tiene su microbiota específica, un cierto equilibrio es responsable de muchas funciones esenciales. Es por eso que cuando se altera este equilibrio, pueden surgir algunas condiciones que afectan la relación intestino-cerebro-endocrino, y eventualmente dar como resultado una enfermedad.
Esto da lugar a un nuevo concepto: el eje intestino-cerebro-microbiota, que consiste en un sistema de comunicación bilateral que permite que los microbios intestinales interactúen con el cerebro, y este último con el intestino. Los mecanismos que subyacen a esta vía de interacción no se han dilucidado por completo, pero una fuerte evidencia muestra la participación de los sistemas neural, endocrino, inmunitario y metabólico.
La microbiota intestinal consta de más de 1 × 10^14 células microbianas que se encuentran en el tracto gastrointestinal humano, lo que refleja fuertemente la presión de selección evolutiva tanto a nivel microbiano como del huésped. Estos microorganismos juegan un papel determinante en la salud humana a través de la interacción entre ellos y con el propio huésped. De hecho, esta interacción podría resultar en cambios tanto en el comportamiento fisiológico humano como en la patogenia, incluido el funcionamiento correcto del tracto gastrointestinal y el sistema nervioso central.
Existe evidencia que sugiere que las infecciones entéricas (Son enfermedades que afectan al intestino en general, pero habitualmente se refiere a las de origen infecto-contagioso, ejemplo de llas son las gastritis o las diarreas) pueden causar tanto depresión como ansiedad. De hecho, se ha encontrado que las enfermedades gastrointestinales, como el síndrome del intestino irritable, suelen ir acompañadas de depresión y/o trastornos de ansiedad. Además, se ha encontrado que las bacterias intestinales influyen en el comportamiento y que tanto los síntomas de depresión como los de ansiedad están directamente asociados con alteraciones en la microbiota.
Psicobioticos
Los psicobióticos se definen como probióticos que confieren beneficios para la salud mental al huésped cuando se consumen en una cantidad particular a través de la interacción con bacterias intestinales comensales.
Estos se han estudiado en modelos de roedores de enfermedades e infecciones, proporcionado una visión clínica temprana de las enfermedades humanas. En general, los efectos psicológicos de los psicobióticos se pueden clasificar de las siguientes maneras:
- Producen efectos psicológicos que ayudan a combatir los procesos emocionales y cognitivos.
- Producen un efecto sistémico en el eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal (HPA), que juega un papel central en la respuesta al estrés.
- Produce efectos sobre los neurotransmisores y las proteínas (los neurotransmisores más relevantes incluyen el ácido ?-aminobutírico (GABA) y el glutamato; estos neurotransmisores controlan el equilibrio de la excitación y la inhibición neural)
Varios estudios han demostrado la efectividad del empleo de psicobioticos para el tratamiento del estrés o la ansiedad, reportando que los pacientes a los cuales se les administraron psicobioticos mostraban menor grado de estrés o negatividad y se sentían más felices; además también se ha reportado que el suplemento de psicobioticos ayuda mejorar y potenciar el sistema inmune
las revisiones de los psicobióticos son realmente optimistas sobre su potencial; sien embargo aun se requiere una mayor exploración para comprender las lagunas conceptuales y técnicas en el conocimiento de estos suplementos. Al comprender cuestiones pendientes, como la contribución de las hormonas intestinales en el mecanismo de acción de los psicobióticos y los factores influyentes como la dieta, el sexo y la edad, puede ser posible la producción de psicobióticos mucho más eficientes.
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